Mensaje al pueblo de Nicaragua
Somos un grupo de nicaragüenses, víctimas de múltiples vejámenes de la dictadura, como tantos otros ciudadanos de nuestro país.
Hemos considerado oportuno, al conmemorar seis años de la marcha heroica de las Madres de Mayo dirigir un mensaje al pueblo nicaragüense que contribuya al encuentro de rutas para avanzar en la lucha por alcanzar la libertad y la justicia.
Nuestro primer mensaje es de esperanza: el cambio es posible. Un cambio que traiga libertad, democracia, soberanía, justicia, respeto a nuestros derechos, seguridad y oportunidades de prosperidad a todos los nicaragüenses.
No se trata de esperanzas vanas. Podemos cambiar la situación de Nicaragua. Las actuales generaciones ya habíamos comenzado a transitar por ese camino, pero desgraciadamente la transición democrática fue truncada por la reencarnación de los fantasmas que una y otra vez han emergido a lo largo de nuestra historia, con consecuencias fatales: el mesianismo, la corrupción, el caudillismo, la exclusión política y social, el arribismo y el aferramiento ciego al poder utilizando como recurso la violencia y la fuerza bruta.
La interrupción de ese esfuerzo fue favorecido, y esto hay que decirlo, por el apoyo de grupos económicos poderosos y la falta de reacción de una parte de la población en el ejercicio de sus derechos de ciudadanía.
En la actualidad, el régimen encabezado por Daniel Ortega pretende imponer una nueva dinastía, llevando la represión a niveles desconocidos en la historia reciente de nuestro país, con extremos que no fueron conocidos ni en el somocismo, ni en la década de los ochenta. Pero este recrudecimiento de las violaciones a derechos elementales no es señal de fortaleza sino, al contrario: La cúpula corrupta que ejerce el poder sabe muy bien que la inmensa mayoría de los nicaragüenses les repudiamos y su respuesta represiva es también, expresión de impotencia frente al rechazo general de la población en todos sus niveles y estamentos.
Ese repudio es resultado de sus acciones: los atropellos a todas las libertades, la vigilancia y la represión política, el subempleo y el desempleo que afectan a más de la mitad de la población laboral, los bajos salarios, la carestía de la vida, la cancelación de la totalidad de derechos elementales, incluyendo el derecho de propiedad, la libertad religiosa y de conciencia, la corrupción y la competencia desleal, han configurado un ambiente social y político, que asfixia a familias y a empresarios nicaragüenses, sin distinciones de ninguna clase.
Las bases de sustentación del régimen son, en realidad, la represión, la fuerza bruta, el desprecio por la ley, la corrupción y la alianza persistente con grupos de interés que ven en la continuidad del régimen la garantía para la conservación de sus privilegios.
Frente a ese muro perverso de sustentación, se alza el rechazo mayoritario del pueblo y las fisuras internas de un modelo de poder que se enmascara en el discurso, las consignas, y el imaginario de lo que se conoció como la revolución popular sandinista.
Así, mientras se agrede sin compasión alguna al pueblo nicaragüense, se exhibe un hipócrita discurso que pregona paz, amor y religiosidad.
Este ambiente opresivo se encuentra en la raíz de la mayor tragedia social que hemos sufrido como pueblo: El desangramiento que padecemos con las migraciones masivas. Más del 10% de nuestra población ha abandonado el país en búsqueda de oportunidades, seguridad y libertad. Revertir en el futuro las nefastas consecuencias económicas, demográficas, sociales y culturales de este desgarramiento requerirá tiempo y esfuerzos.
En esa misma dimensión, no es cierto que en Nicaragua se vivan tiempos de bonanza económica. Es el trabajo de los nicaragüenses en el exterior, su sacrificio y generosidad familiar, lo que posibilita los indicadores macroeconómicos que la dictadura exhibe con desfachatez. Así, el régimen capta parasitariamente, los tributos fiscales sobre las remesas convirtiendo el destierro, la migración y el exilio masivo en la vergonzosa industria sobre la que asienta su estabilidad económica, artificial y espuria.
El régimen ha entregado el país a intereses foráneos y es responsable de la explotación irracional de recursos naturales y de la devastación de zonas protegidas por el voraz extractivismo que solo favorece a grupos minoritarios, mientras se someten al exterminio, las formas de vida de los nuestros indígenas y poblaciones originarias.
Un ejemplo de ello es la concesión canalera que acaba de ser recientemente derogada (Ley 840). Con esa arreglo, se muestra que a Ortega y Murillo no les importa dejar a Nicaragua sin uno de sus principal patrimonio: la reserva de agua dulce mas importante de la región, el Gran Lago Cocibolca, ni dejar sin su tierra a miles de campesinos que producen la comida de los nicaragüenses. Por ello mientras celebramos la derogación no debemos confiarnos y advertir que no permitiremos que entreguen el lago, la tierra y la soberanía a intereses extranjeros.
Por otra parte, los episodios conocidos y vinculados a la captura de cargamentos de cocaína en Panamá y Rusia, y los viajes transnacionales con migrantes de distintos continentes, evidencian que la mafia en el poder forma parte de redes del crimen transnacional como tráfico de personas y de estupefacientes.
En paralelo, el régimen pretende escudarse en alianzas internacionales espurias que en nada benefician a nuestro país.
En todo ese contexto, debemos alzar nuestra mirada hacia Centroamérica. Amenazas comunes se ciernen sobre nuestra región como el autoritarismo, la cancelación del espacio cívico y la libertad de prensa, la penetración del crimen transnacional, las violaciones a derechos humanos y el socavamiento de la institucionalidad democrática. La gravedad de estos conflictos trae a la memoria tiempos borrascosos que pensábamos estaban desterrados.
Tales amenazas solo podrán ser superadas si nos empeñamos también en juntar esfuerzos con organizaciones democráticas centroamericanas, políticas y civiles. También es urgente continuar sensibilizando a la comunidad internacional sobre la gravedad de estas amenazas. Asimismo, debemos encontrar alianzas en América Latina con los gobiernos y organizaciones democráticas, ya que también en este espacio más amplio, la democracia está acosada.
Volviendo al caso de Nicaragua, corresponde fijar el criterio de que el apoyo de la comunidad internacional es indispensable, pero encontrar, construir y transitar el camino a la libertad, es responsabilidad primordial de los nicaragüenses.
Estamos convencidos de que una ruta no violenta es posible. Para tener un futuro necesitaremos que cicatricen las profundas heridas que hemos heredado de nuestra historia y que ha profundizado la dictadura actual de forma deliberada y criminal. Lo lograremos con madurez, tolerancia, voluntad inclusiva, verdad y justicia. En ello, es preciso reafirmar que la paz y la justicia deben guardar un vínculo indisoluble con la libertad y las oportunidades de prosperidad compartida. No se puede crear libertad repartiendo miseria pero tampoco generar democracia sosteniendo históricamente la gama de privilegios sociales y económicos amasados con la pobreza de nuestro pueblo.
Vamos a decirlo de una vez: la construcción de la democracia es cuestión de demócratas. Y debemos construirla día a día, desde ahora. Por esta razón debemos también distanciarnos de quienes solo anhelan venganza, anidan odio y no están verdaderamente interesados en construir un país para todos.
A pesar de los tiempos nublados de hoy, es posible derrotar a la dictadura y construir una nueva república.
Pueden crearse más y mejores empleos con mejor educación, si se respetan la propiedad, los derechos laborales y una administración de justicia independiente.
Pueden allanarse las desigualdades de todo tipo que encadenan energías de amplios sectores como las mujeres, la población caribeña y las de todos aquellos que padecen y arrastran las carencias de falta de escolaridad y oportunidades.
Pueden reconstruirse instituciones democráticas, con respeto a los derechos humanos, justicia, libertad de organización política, gremial y social.
Puede mejorarse la competitividad de empresarios y productores favoreciendo condiciones para la modernización tecnológica y abatiendo la corrupción, el fraude y la competencia desleal.
Puede mejorarse la educación asignando mayores recursos, respetando la dignidad magisterial, equipando escuelas y colegios, erradicando la manipulación y el adoctrinamiento, restituyendo la autonomía universitaria, e implantando programas que nos pongan al día con la ciencia y la tecnología. Así mismo pueden implementarse políticas que permitan alcanzar la seguridad y soberanía alimentaria, la seguridad hídrica y la seguridad ciudadana.
Nuestra juventud y nuestra niñez pueden tener un futuro promisorio. Para ello es indispensable el compromiso de todos.
Cada nicaragüense, de acuerdo con sus propias realidades y posibilidades, con independencia de su género, edad, orientación política o religiosa, condición económica o social, tiene algo que aportar en esta lucha.
Estamos cumpliendo seis años de la rebelión cívica del 2018. No caben ya más pretextos. Debemos acelerar el paso para construir espacios de concertación democrática, sin distinciones políticas; definir la ruta del cambio al que aspiramos todos; adoptar y poner en práctica una estrategia compartida; organizarnos mediante modalidades flexibles y seguras, respetando identidades, tanto al interior como en el exterior del país.
Llamamos a los nicaragüenses a continuar la resistencia activa, creativa y beligerante contra la dictadura en cualquier lugar en donde nos encontremos
Llamamos a todos los ciudadanos a reconstruir el tejido social y territorial que el régimen ha tratado de pulverizar, organizándose a partir de las relaciones de confianza, entre familia, vecinos y amigos para que el régimen no logre su cometido de seguirnos sometiendo por el miedo y el aislamiento.
Llamamos a la ciudadanía en general a registrar e informar, con todas las medidas de seguridad, los actos represivos, de corrupción, las confiscaciones de facto, las extorsiones fiscales y todos los atropellos del régimen que puedan ser denunciados oportunamente por los medios de comunicación y registrados en los organismos de DDHH, porque más temprano que tarde, habrá justicia.
En este sentido es necesario advertir a los que integran a los aparatos armados que no continúen prestándose a la represión. Y que sepan que esta vez los crímenes y atropellos no quedarán impunes. Basta ya que las cúpulas se pongan de acuerdo y la población quede con profundas heridas, que en muchos casos, se heredan a las nuevas generaciones, crean un círculo vicioso, debemos sanar la sociedad y eso sólo lo lograremos con una verdadera justicia.
Llamamos también a los funcionarios del Estado en general y a los nicaragüenses que todavía apoyan al régimen a que no se presten a continuar agrediendo y espiando a sus hermanos, atendiendo los llamados de odio del régimen.
Llamamos en especial a nuestra juventud, que a lo largo de la historia ha pagado la mayor cuota de sacrificio por los ideales de democracia y justicia que le son consustanciales a que se mantenga firme en sus diversas trincheras de lucha y protesta cívica, con la energía y el compromiso vitales para hacer realidad, los anhelos y aspiraciones de cambio del pueblo nicaragüense. En ello, no debemos olvidar que ciertamente, “Nicaragua, está hecha, para la Libertad”.
Desde algún lugar del territorio nacional
¡Disidencia nicaragüense!
30 de mayo del año 2024
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